martes, 5 de enero de 2016

La calma.

Es tu calma que me lleva, a través de tu olor a sal, a oxígeno y a vida.

Es tu calma y tu pausado ritmo que me aviva, me da sed de tranquilidad, de paz y de armonía.

Es con tu lento traginar que se me alenta el corazón y los sentimientos se hacen menos pesados y las penas más ligeras.

A tu lado el tiempo no tiene horas, solo luces que adornan tus estelas.

Junto a ti nada pasa y todo cesa, arrebatas la atención del artista despistado, del entusiasmado y del asceta.

En tus aguas claras veo profundos misterios, lágrimas cuajadas de historias jamás contadas, mares de vidas pasadas.

Testigo de cuántos finales, de infinitos amaneceres y de esperanzas. Desprendes todo ello en tu alabanza monótona de olas que no cesan, que van y no llegan. Que alcanzan retroceden y despiertan.

El imán de tus entrañas hace que me quede pasmada admirando tu majestuosa estampa, sin dejarme ir, aún cuando ni siquiera he tocado tus aguas.
Verónica Moliher.

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