Días en que, de madrugada, espero sentada, al lado de la ventana, al sol aparecer.
Mi taza humea levemente entre mis manos .
El aroma del café acompaña la ténue luz lejana.
De pronto, abro la ventana y el frío muerde mis mejillas, el frescor inunda de sensaciones mi alma y todos las fragancias frescas y puras del día se presentan ante mí, como si me reverenciaran.
En ese momento me siento dueña del mundo y de su inmensidad.
En ese instante cambiaría el tiempo por la eternidad.
Verónica Moliher.
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